miércoles, febrero 09, 2011

El drama egipcio.


  Los ojos del mundo están puestos en África, específicamente en Egipto, desde hace algunos días. A fines del mes de enero, el día martes 25, los ciudadanos egipcios salieron a las calles para exigir una simple, pero compleja acción: la renuncia del Presidente Hosni Mubarak, quien ha estado en el poder desde el 14 de octubre de 1981, es decir, desde hace 29 años.
   Las protestas, con el pasar de los días, han estado lejos de debilitarse: precisamente ayer Martes 08 de Febrero, cerca de 250 mil personas repletaron una de las plazas principales de El Cairo repudiando al gobierno de Mubarak. A pesar de esta inmensa presión en contra, el Presidente Mubarak ha dicho que no renunciará, pero que liderará el proceso de transición. Esto quiere decir que en un futuro cercano dejaría el poder, idea confirmada por el anuncio de que no repostularía al cargo en las próximas elecciones.
   Los daños en ciudades como El Cairo o en importantes museos de relevancia mundial han sido innegables, pero la ira egipcia es justificada ante un Presidente que ha sido tildado como autoritario o "lacayo" de Estados Unidos.
   Las protestas en Egipto han sido catalogadas como un episodio más de las protestas anti gubernamentales que se están realizando en Medio Oriente. Sin ir más lejos, a principios del mes de enero 2011 el Presidente de Túnez, Zine El Abidine Ben Alí, tuvo que escapar del país debido a las protestas que exigían su dimisión. Es decir, Medio Oriente se ha desplegado para presionar a sus gobernantes eternos a que dejen al pueblo en libertad de acción. Y he ahí otro elemento distintivo de esta ola de protestas, que además de Egipto y Túnez abarca Yemen, Argelia y Jordania: la ausencia de un ideal islámico y la petición de elecciones y democracia, elementos que son típicos de la cultura occidental. Extraño, por decirlo menos.
  En Egipto, el Presidente Mubarak está acorralado y sin apoyo político, ya que la dirigencia de su partido renunció en pleno. Y a pesar de las medidas paliativas del descontento, como subir los salarios o destituir a todo su gabinete, éste no baja, sino que todo lo contrario. El problema es que, como bien dijo Mubarak, si él deja el poder, el caos podría tomarse Egipto, ya que no hay sucesor posible en la Presidencia: su hijo, quien era el principal candidato, era parte de la cúpula renunciada del partido oficialista. Así que, en realidad, la única alternativa es que dirija él mismo la transición, comenzando por llamar a elecciones en un corto plazo. Así daría muestras claras de autoridad y de la intención de dejar el poder, pero también de salvar a Egipto de un caos en el que ya está lo suficientemente sumido. Pero por mientras, los egipcios no dudarán en salir a las calles a reclamar el poder que hace ya casi 30 años creen que Mubarak tiene retenido. 

Miércoles 09 de febrero de 2011.

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